Un vendedor ambulante pasó vendiendo botellas de agua y refresco, lo detuve y pedí un agua. Cuando bajó la hielera y la apoyó en el suelo me di cuenta que había algo diferente atado en ella: un chupón para bebé. Bromeando, le pregunté si vendía chupones también. En ese momento se rió y me explicó por qué tenía el chupón atado ahí.
Me dijo que hacía unos meses nació su hija, Mireya. Y que ató el chupón para que cuando los hombros dolieran por el peso de la hielera, cuando las piernas temblaran, cuando no tuviera donde sentarse o cuando no estuviera logrando vender, no desanimarse. Me dijo que cada vez que esto sucede, él mira el chupón y recuerda por qué esta ahí y para quién… y para finalizar me dijo que sale de su casa con solo una cosa en la cabeza: no regresa con la derrota y no se conforma con el empate, sólo llega a casa con ¡la victoria! .
Antes de quejarte de tu vida, recuerda que hay gente con poco en el bolsillo, pero muchas ganas de salir adelante.