Por Gabo Domínguez
Vivir puede resultar asfixiante. En 1976 Travis Bickle recorría las calles de New York rodeado de la escoria que habitaba la ciudad al caer la noche. La descomposición social producto de la modernidad y de los demás vicios humanos, retorcía los conceptos de bien de y de mal, al grado en que un sociópata podía convertirse en un héroe empujado por las circunstancias del hartazgo, una redención no buscada bajo la carga del día a día. 40 años después, las ciudades son muchas, las causas infinitas y las cargas demasiado pesadas.
Joe es un hombre traumatizado por su pasado cuyo único camino de “paz” en la vida es su trabajo como un golpeador a sueldo encargado de salvar niñas que ha sido secuestradas para abusar de ellas. Joe es empujado a lidiar con todos sus demonios cuando su último trabajo lo involucra en una conspiración más allá de lo que hubiera imaginado.
En “Tenemos que hablar de Kevin”, Lynne Ramsay nos llevó a analizar la maldad intrínseca del ser humano que transforma a un hijo no deseado en un asesino serial sin remordimiento alguno, una compleja radiografía de las relaciones filiales que se adornaban con una sólida ejecución, sobre todo en las cuestiones técnicas del filme.
6 años después, #NuncaEstarásASalvo confirma a Ramsay como una inteligente realizadora que sabe conseguir una puesta en cámara donde cada plano busca una emoción en la médula del espectador. Una cinta en que el ritmo es inquietante y deja sin aliento, donde Joaquin Phoenix actúa extraordinariamente y donde hay un ejercicio visual que reta al espectador a comprender una psique tan lastimada como la de este hombre en su camino de redención en medio de la autodestrucción y soledad de una sociedad corrompida hasta sus cimientos.
Ramsay deambula entre la crudeza emocional y la mesura gráfica, en donde Phoenix circula como el héroe que no quisiéramos, pero que si necesitamos en una especie de purgatorio urbano en donde nuestro protagonista solo desea encontrar un lugar para por fin morir en el olvido. Una consecuencia de la vida cotidiana y de esa alienación asfixiante de las grandes urbes. Un viaje al centro de la podredumbre del cual nadie sale ileso.